LA
SEMILLA
Ella esperaba su gran día.
Había estado creciendo y preparándose para ello desde que no era más que una
célula. Los días se alargaban y el sol calentaba cada día más, señal inequívoca
de que se acercaba la primavera, momento en que cumpliría su misión, como desde
tiempos inmemoriales sus antepasados la realizaban año tras año. Su madre tenía
muchas expectativas sobre ella.
Estaba convencida de que
sería un ejemplar hermoso y fértil.
Ella veía, desde su posición,
los demás tallos con sus hermosas flores de color azul donde otras compañeras
suyas aguardaban con expectación su gran momento. Ya lo tenía todo planeado. En
el momento justo, se dejaría caer, se posaría suavemente en el suelo y se
enterraría para germinar en una planta poderosa y bella, con las hojitas más
aromáticas y sabrosas que el mundo hubiera conocido. El suelo era el perfecto
para la misión con su cantidad perfecta de nutrientes y composición adecuada. Esto
se lo había contado su madre. Decía que allí crecían las mejores plantas de su
especie porque estaban en el mejor suelo, con la mejor orientación y el mejor
clima.
¡Que suerte! Pensaba ella.
Así podría mostrar su belleza en todo su esplendor.
Pero además, una idea había comenzado a rondarle por la cabeza. Ya desde
que nació ella siempre pensaba un poco diferente de las demás compañeras. Era
muy aficionada a la química y veía con buenos ojos el mestizaje como forma de
ir mejorando. Así que un día se le ocurrió que ella podría cambiar un poco su
composición química para que, aparte de ser un arbusto aromático y delicioso
que condimentara los más sabrosos guisos, también podría curar enfermedades.
Solo le faltaba un mineral que no se encontraba en esa tierra, pero ya
resolvería el problema. Seguro que había una forma.
Lo había comentado en alguna
ocasión con algunas compañeras y le decían que estaba un poco loca. ¿Como
podría cambiar lo que siempre había sucedido?, que era imposible, le decían, que
era una soñadora. Bueno, ella pensaba que con voluntad y fe todo era posible.
Ya lo verían, ya.
La gran mañana había llegado.
Estaba un poco nublado y el día prometía lluvia por la tarde. ¡Genial! Pensó,
así me regaré enseguida que caiga al suelo.
Estaba absorta en estos
pensamientos cuando notó súbitamente y sin previo aviso que algo la separaba
del resto y sin poder hacer nada notaba
que volaba en una ignota dirección. -¡No, no, no! Quiero caer en este suelo,
¡Quiero vivir, por favor! ¡Quiero viviiiir!
Ajeno a todo esto, el insecto
que se había llevado la semilla volaba y volaba sin parar, dando vueltas,
zigzagueando y describiendo tirabuzones en el aire. Luego hacía un picado para
luego remontar cuando parecía que iba a estrellarse contra el suelo. Ella ya
estaba mareada de tanto vaivén cuando el insecto, inconscientemente la depositó
en un suelo desconocido y extraño.
La semilla estaba
aterrorizada. ¿Dónde estaba? Este era un suelo feo, abandonado y polvoriento.
Sintió un ruido terrible de unas maquinas infernales que se aproximaban. Oh no!
Esa cosa amarilla me va a aplastar! Haciendo un esfuerzo supremo logró
enterrarse en el suelo justo antes que lo cubrieran con una losa de hormigón
destinado a construir unos parkings en el solar donde había ido a parar la semilla.
Todo se quedó silencioso y
oscuro. Trato de orientarse a ver si estaba boca arriba o boca abajo no vaya a
ser que germinara en el sentido contrario. De pronto oyó algo que le pareció un
llanto. Aguzó el oído y confirmó que, efectivamente alguien lloraba. Se acercó
y descubrió a otras semillas que, como ella, también habían quedado atrapadas y
lloraban desconsoladas, pues decían entre sollozos, que no podrían germinar sin
sol y agua.
-¡No os desaniméis!- les dijo
mientras abrazaba a una pequeña semilla que asustada y desconsolada buscaba a
su mamá. -Podemos estar en estado vegetativo mucho tiempo hasta que surja la
oportunidad de germinar, solo hay que tener un poco de paciencia.
-¿Paciencia? ¿Paciencia has
dicho?- dijo una semilla con los pelos rizados- ¿sabes cuanto tarda el hormigón
en degradarse? Para cuando suceda eso todas ya seremos nutrientes o estériles. ¡Es
imposible, imposible! sentenció.
-Pues yo no puedo esperar
tanto- dijo nuestra semilla- ¡Tengo una misión que cumplir!
-¿Una misión?- dijo una
semilla que aspiraba a ser una margarita- Y cual es esa misión?
-¡Voy a ser una planta
medicinal y curaré enfermedades!
-¡Venga ya! Le contestó una
semilla de pepino. Todas sabemos que solo eres una planta aromática. No puedes
cambiar lo establecido. Lo mismo lo que consigues es oler a coles de Bruselas.-
dijo con sorna y mala intención.
Todas rieron la gracia del
pepino. Todo el mundo sabe que los pepinos siempre van de graciosos por el
mundo, pero siempre dejan al final un regusto amargo.
Siempre hay quien se ríe y
menosprecia los sueños de los demás, pero su sueño era más poderoso que la mofa
y los impedimentos de los demás. Ella tenía su objetivo muy claro.
La semillita huérfana se
acercó y le dijo que no les hiciera caso, que son unas amargadas. Se acercó más
a ella, la cogió de la mano y le dijo:
- Yo te ayudaré si quieres.
Soy pequeña y una planta que no es muy bonita y que yo sepa, no sirve para nada,
por eso las demás me dan de lado, pero tú eres la única que me ha dado un
abrazo y me has recordado a mi mamá e iré contigo hasta el final.
-Gracias y yo te ayudaré a
ti. No temas, pequeña. Y no eres una planta fea por no tener flores
espectaculares. La belleza a veces pasa inadvertida para el que no sabe mirar
lo realmente valioso. Yo creo que si que vales para muchas cosas. Solo hace
falta que te descubran.
Se quedaron en silencio y se fueron
a acurrucar en un rincón y se puso a repasar todos los acontecimientos que le
habían sucedido ese día. Todo era perfecto para cumplir su misión y el azar se
lo había arrebatado en un momento. ¡Maldito insecto! ¿Por qué había tenido que
aparecer el tonto este, justo ese día? ¡Maldito! ¡Maldito!
Se puso a escarbar en el
suelo para matar el tiempo y se dio cuenta en ese momento que aquella tierra a
la que había ido a parar era de una calidad excelente y oh! allí estaba el
mineral que le faltaba. ¡Wow! ¡Que suerte! Oh! ¡Gracias insecto! ¡Bendito!
¡Bendito!
Si no fuera por él no habría
encontrado esta tierra tan maravillosa. A veces, se dijo para si, la vida te
mueve del sitio que nos empeñamos en estar solo para descubrir que aquello a lo
que tenías tanto miedo te ofrece las mejores oportunidades.
Se dispuso a aletargarse para
sobrevivir y esperar a que llegara el momento propicio. Antes de dormirse creyó
ver entre sueños como un tenue resplandor lejano, muy lejano y cerró los ojos
abrazada a su pequeña amiga.
Pasó el tiempo y un día la
despertó una brisilla que le daba en la cara y al principio pensó que su
pequeña amiga le estaba soplando en la cara, pero al despertar vio que no era
así. No sabía cuanto tiempo llevaba así y al mirar a su lado descubrió a su
amiga moribunda mirándola y aferrándose
a ella con sus bracitos. Lloraba porque sentía que se moría y no vería nunca la
luz del sol ni sentiría la lluvia caer y no sentiría como la mecía el viento
para acunarla.
Vio que no podía hacer nada
por ella pues cuando cayó allí todavía no era su tiempo y no estaba lista. Así
que la consoló y la abrazó con fuerza.
Entonces ocurrió algo
maravilloso. En ese abrazo, las dos semillas se fundieron en un solo ser de
amor y combinándose en un milagroso acto, la semillita cedió todos los elementos
químicos que guardaba en su interior a su única amiga. Ella seguiría viva a
través de su amiga. No sabía todavía en ese momento que aquella fusión iba a
hacer de ella una planta singular. Que lo que le faltaba en realidad, no era un
mineral, sino las propiedades que la semillita guardaba en su interior para
curar enfermedades. El proceso de la evolución en la Tierra se había producido
una vez más.
Se dio cuenta emocionada en
ese momento que la brisa que sentía provenía de algún sitio exterior y vio de
nuevo el resplandor aquel que creía haber visto entre sueños. ¿Qué pasaba? ¿Es
posible que se hubiera producido lo impensable?
Fue corriendo a despertar a
las demás semillas.
-¡Vamos! ¡Vamos! ¡Se ha
abierto una grieta en el hormigón y ha llegado nuestro momento!
Las demás la miraron con
caras de derrotadas y le dijeron que no podía ser, que era demasiada poca luz
para hacer la fotosíntesis y la grieta demasiado estrecha.
-¡No, no! Entre todas
podremos hacerla más grande. ¡Vamos! hay que tener fe. ¿No veis la suerte que
hemos tenido? Estamos justo en una junta de dilatación.
-Lo siento, estoy cansada de
luchar- dijo una semilla de maíz- Nunca podremos con el hormigón, nunca se ha
podido. Es demasiado su peso y demasiado su poder.
Las demás agachaban la cabeza
vencidas antes de tiempo. Antes de ni siquiera probar si era posible y se
dejaban morir. Las transgénicas directamente se suicidaban pues las habían
programado así y no tenían alma, igual que las computadoras.
-¡Pues yo no me rindo! Si hay
una pequeña posibilidad, aunque sea muy pequeña lo intentaré con o sin vuestra
ayuda. ¡Tengo una misión que cumplir!
Y así, con su bravo corazón, henchido
de ilusión y fe, extendió sus brazos hacia la luz que, allá en lo alto, le
prometía la única oportunidad de crecer y vivir.
Sus tiernos brotes luchaban y
luchaban por alcanzar la superficie al mismo tiempo que sus tercas raíces se
clavaban en la tierra, impulsándola con renovada fe y entrega. Sentía la
humedad de la lluvia y el rocío matinal que la alimentaba.
Por fin una noche de luna
llena asomó la primera brizna de lo que después sería una planta hermosa y un
rayo de luna le dio la bienvenida con alegría. Escuchó a lo lejos un grillo que
cantaba y su canto le pareció la melodía de una entrada triunfal y los árboles
que rodeaban el perímetro del solar abandonado, se sacudieron como si fuera un
aplauso.
Estaba pensando que ojala las
demás la hubieran ayudado para romper el hormigón, cuando noto unos metros más
allá que otra planta también luchaba por abrirse camino y la saludó.
-¡Hola! ¿Quien eres?
-Hola, soy una zarzamora y he
sentido tu historia de cómo tu sola te has enfrentado al hormigón y has
vencido. Yo también quiero vivir. La verdad es que tu leyenda se ha extendido y
se dirigen hacia aquí ahora mismo miles de semillas para ayudarte a derrocar al
cemento.
-Oh! gracias. Juntas podremos,
aunque nuestra única arma es la voluntad y la razón.- y salió un grito de rabia
de lo más profundo de su alma y dijo:
-¡Vamos! ¡Adelante! No podrán
con nosotras. Esta madrugada creceremos y creceremos y ¡venceremoooos!!!
El grito de un ejército de
miles de semillas se unió en ese momento como un maremoto imparable.
Y en el silencio de la noche
empezó a escucharse el sonido del hormigón resquebrajándose por todas partes y acto
seguido surgían de la tierra brotes de plantas apuntando hacia el cielo en
señal de victoria.
El monstruo que ostentaba
tanto poder, había sido vencido por unas insignificantes semillas pacíficas que,
con tesón, fe, coraje y voluntad estaban consiguiendo que esa losa que
aplastaba sus vidas se desmoronara sin remedio como si fuera una materia blanda
y sin fuerza.
Nuestra planta creció y
creció hasta hacerse un hermoso arbusto con sus raíces bien fundamentadas y un
tronco grueso y poderoso surgiendo del cemento roto y vencido.
Pero la planta era diferente
a las otras de su especie, pues vivía en ella el espíritu de su pequeña amiga y
¡podía curar enfermedades!. Su misión estaba a punto de cumplirse por fin. La
próxima primavera surgirían de sus ramas otras semillas que se esparcirían por
el mundo llevando ese mensaje de coraje y sanación.
Los días se hicieron más
largos y la temperatura subió, señal inequívoca de que se acercaba la primavera
y entonces reunió a sus semillas y les dijo:
-Hoy es el gran día, solo os
pido un poco de paciencia y esperaremos hasta que sople un gran viento para que
podáis esparciros por el mundo. Buscad los mejores sitios para vivir y crecer.
Lleváis dentro de vosotras un tesoro de valor incalculable pues tenéis la cura
de las enfermedades. Solo os pido que seáis modestas y no os endioséis por este
don pues todos hemos venido hasta este mundo a colaborar y sumar esfuerzos, cada
uno con sus dones y habilidades, no para ser adorados. Creced primero al lado
de los caminos y en los bosques. Alguien os descubrirá y aunque a veces resulte
difícil sobrevivir, recordad como sobrevivimos nosotras.
Y siempre recordad que con
fe, voluntad y amor seréis dignas de vivir y ser amadas. Y ahora, volaaad!!!
Acto seguido se levanto un
gran viento que empezó a llevar en su regazo a las entusiasmadas semillas.
Una de ellas voló por los
campos, cruzó una carretera, pasó al lado de unas antenas muy altas y al final
se fue a posar en una finca que cuidaba una mujer que amaba a la Tierra, amaba
las plantas, amaba a los animales, amaba a sus semejantes y amaba profundamente
a su familia. Y la semilla pensó:
-¡Este es un buen sitio! Creo
que aquí alguien me descubrirá.
Después se enterró y esperó
el momento de germinar. A la primavera siguiente salió y creció y un buen día
alguien reparó en ella y sintió los deditos de una niña que la acariciaban.
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