lunes, 9 de julio de 2012

LA SEMILLA



                                     
                                            LA SEMILLA

Ella esperaba su gran día. Había estado creciendo y preparándose para ello desde que no era más que una célula. Los días se alargaban y el sol calentaba cada día más, señal inequívoca de que se acercaba la primavera, momento en que cumpliría su misión, como desde tiempos inmemoriales sus antepasados la realizaban año tras año. Su madre tenía muchas expectativas sobre ella.

Estaba convencida de que sería un ejemplar hermoso y fértil.

Ella veía, desde su posición, los demás tallos con sus hermosas flores de color azul donde otras compañeras suyas aguardaban con expectación su gran momento. Ya lo tenía todo planeado. En el momento justo, se dejaría caer, se posaría suavemente en el suelo y se enterraría para germinar en una planta poderosa y bella, con las hojitas más aromáticas y sabrosas que el mundo hubiera conocido. El suelo era el perfecto para la misión con su cantidad perfecta de nutrientes y composición adecuada. Esto se lo había contado su madre. Decía que allí crecían las mejores plantas de su especie porque estaban en el mejor suelo, con la mejor orientación y el mejor clima.

¡Que suerte! Pensaba ella. Así podría mostrar su belleza en todo su esplendor.

Pero además, una idea  había comenzado a rondarle por la cabeza. Ya desde que nació ella siempre pensaba un poco diferente de las demás compañeras. Era muy aficionada a la química y veía con buenos ojos el mestizaje como forma de ir mejorando. Así que un día se le ocurrió que ella podría cambiar un poco su composición química para que, aparte de ser un arbusto aromático y delicioso que condimentara los más sabrosos guisos, también podría curar enfermedades. Solo le faltaba un mineral que no se encontraba en esa tierra, pero ya resolvería el problema. Seguro que había una forma.

Lo había comentado en alguna ocasión con algunas compañeras y le decían que estaba un poco loca. ¿Como podría cambiar lo que siempre había sucedido?, que era imposible, le decían, que era una soñadora. Bueno, ella pensaba que con voluntad y fe todo era posible. Ya lo verían, ya.

La gran mañana había llegado. Estaba un poco nublado y el día prometía lluvia por la tarde. ¡Genial! Pensó, así me regaré enseguida que caiga al suelo.

Estaba absorta en estos pensamientos cuando notó súbitamente y sin previo aviso que algo la separaba del resto y sin  poder hacer nada notaba que volaba en una ignota dirección. -¡No, no, no! Quiero caer en este suelo, ¡Quiero vivir, por favor! ¡Quiero viviiiir!

Ajeno a todo esto, el insecto que se había llevado la semilla volaba y volaba sin parar, dando vueltas, zigzagueando y describiendo tirabuzones en el aire. Luego hacía un picado para luego remontar cuando parecía que iba a estrellarse contra el suelo. Ella ya estaba mareada de tanto vaivén cuando el insecto, inconscientemente la depositó en un suelo desconocido y extraño.

La semilla estaba aterrorizada. ¿Dónde estaba? Este era un suelo feo, abandonado y polvoriento. Sintió un ruido terrible de unas maquinas infernales que se aproximaban. Oh no! Esa cosa amarilla me va a aplastar! Haciendo un esfuerzo supremo logró enterrarse en el suelo justo antes que lo cubrieran con una losa de hormigón destinado a construir unos parkings en el solar donde había ido a parar la semilla.

Todo se quedó silencioso y oscuro. Trato de orientarse a ver si estaba boca arriba o boca abajo no vaya a ser que germinara en el sentido contrario. De pronto oyó algo que le pareció un llanto. Aguzó el oído y confirmó que, efectivamente alguien lloraba. Se acercó y descubrió a otras semillas que, como ella, también habían quedado atrapadas y lloraban desconsoladas, pues decían entre sollozos, que no podrían germinar sin sol y agua.

-¡No os desaniméis!- les dijo mientras abrazaba a una pequeña semilla que asustada y desconsolada buscaba a su mamá. -Podemos estar en estado vegetativo mucho tiempo hasta que surja la oportunidad de germinar, solo hay que tener un poco de paciencia.

-¿Paciencia? ¿Paciencia has dicho?- dijo una semilla con los pelos rizados- ¿sabes cuanto tarda el hormigón en degradarse? Para cuando suceda eso todas ya seremos nutrientes o estériles. ¡Es imposible, imposible! sentenció.

-Pues yo no puedo esperar tanto- dijo nuestra semilla- ¡Tengo una misión que cumplir!

-¿Una misión?- dijo una semilla que aspiraba a ser una margarita- Y cual es esa misión?

-¡Voy a ser una planta medicinal y curaré enfermedades!

-¡Venga ya! Le contestó una semilla de pepino. Todas sabemos que solo eres una planta aromática. No puedes cambiar lo establecido. Lo mismo lo que consigues es oler a coles de Bruselas.- dijo con sorna y mala intención.

Todas rieron la gracia del pepino. Todo el mundo sabe que los pepinos siempre van de graciosos por el mundo, pero siempre dejan al final un regusto amargo.

Siempre hay quien se ríe y menosprecia los sueños de los demás, pero su sueño era más poderoso que la mofa y los impedimentos de los demás. Ella tenía su objetivo muy claro.

La semillita huérfana se acercó y le dijo que no les hiciera caso, que son unas amargadas. Se acercó más a ella, la cogió de la mano y le dijo:

- Yo te ayudaré si quieres. Soy pequeña y una planta que no es muy bonita y que yo sepa, no sirve para nada, por eso las demás me dan de lado, pero tú eres la única que me ha dado un abrazo y me has recordado a mi mamá e iré contigo hasta el final.

-Gracias y yo te ayudaré a ti. No temas, pequeña. Y no eres una planta fea por no tener flores espectaculares. La belleza a veces pasa inadvertida para el que no sabe mirar lo realmente valioso. Yo creo que si que vales para muchas cosas. Solo hace falta que te descubran.

Se quedaron en silencio y se fueron a acurrucar en un rincón y se puso a repasar todos los acontecimientos que le habían sucedido ese día. Todo era perfecto para cumplir su misión y el azar se lo había arrebatado en un momento. ¡Maldito insecto! ¿Por qué había tenido que aparecer el tonto este, justo ese día? ¡Maldito! ¡Maldito!

Se puso a escarbar en el suelo para matar el tiempo y se dio cuenta en ese momento que aquella tierra a la que había ido a parar era de una calidad excelente y oh! allí estaba el mineral que le faltaba. ¡Wow! ¡Que suerte! Oh! ¡Gracias insecto! ¡Bendito! ¡Bendito!

Si no fuera por él no habría encontrado esta tierra tan maravillosa. A veces, se dijo para si, la vida te mueve del sitio que nos empeñamos en estar solo para descubrir que aquello a lo que tenías tanto miedo te ofrece las mejores oportunidades.

Se dispuso a aletargarse para sobrevivir y esperar a que llegara el momento propicio. Antes de dormirse creyó ver entre sueños como un tenue resplandor lejano, muy lejano y cerró los ojos abrazada a su pequeña amiga.

Pasó el tiempo y un día la despertó una brisilla que le daba en la cara y al principio pensó que su pequeña amiga le estaba soplando en la cara, pero al despertar vio que no era así. No sabía cuanto tiempo llevaba así y al mirar a su lado descubrió a su amiga moribunda  mirándola y aferrándose a ella con sus bracitos. Lloraba porque sentía que se moría y no vería nunca la luz del sol ni sentiría la lluvia caer y no sentiría como la mecía el viento para acunarla.
Vio que no podía hacer nada por ella pues cuando cayó allí todavía no era su tiempo y no estaba lista. Así que la consoló y la abrazó con fuerza.

Entonces ocurrió algo maravilloso. En ese abrazo, las dos semillas se fundieron en un solo ser de amor y combinándose en un milagroso acto, la semillita cedió todos los elementos químicos que guardaba en su interior a su única amiga. Ella seguiría viva a través de su amiga. No sabía todavía en ese momento que aquella fusión iba a hacer de ella una planta singular. Que lo que le faltaba en realidad, no era un mineral, sino las propiedades que la semillita guardaba en su interior para curar enfermedades. El proceso de la evolución en la Tierra se había producido una vez más.

Se dio cuenta emocionada en ese momento que la brisa que sentía provenía de algún sitio exterior y vio de nuevo el resplandor aquel que creía haber visto entre sueños. ¿Qué pasaba? ¿Es posible que se hubiera producido lo impensable?

Fue corriendo a despertar a las demás semillas.

-¡Vamos! ¡Vamos! ¡Se ha abierto una grieta en el hormigón y ha llegado nuestro momento!

Las demás la miraron con caras de derrotadas y le dijeron que no podía ser, que era demasiada poca luz para hacer la fotosíntesis y la grieta demasiado estrecha.

-¡No, no! Entre todas podremos hacerla más grande. ¡Vamos! hay que tener fe. ¿No veis la suerte que hemos tenido? Estamos justo en una junta de dilatación.

-Lo siento, estoy cansada de luchar- dijo una semilla de maíz- Nunca podremos con el hormigón, nunca se ha podido. Es demasiado su peso y demasiado su poder.

Las demás agachaban la cabeza vencidas antes de tiempo. Antes de ni siquiera probar si era posible y se dejaban morir. Las transgénicas directamente se suicidaban pues las habían programado así y no tenían alma, igual que las computadoras.

-¡Pues yo no me rindo! Si hay una pequeña posibilidad, aunque sea muy pequeña lo intentaré con o sin vuestra ayuda. ¡Tengo una misión que cumplir!

Y así, con su bravo corazón, henchido de ilusión y fe, extendió sus brazos hacia la luz que, allá en lo alto, le prometía la única oportunidad de crecer y vivir.

Sus tiernos brotes luchaban y luchaban por alcanzar la superficie al mismo tiempo que sus tercas raíces se clavaban en la tierra, impulsándola con renovada fe y entrega. Sentía la humedad de la lluvia y el rocío matinal que la alimentaba.

Por fin una noche de luna llena asomó la primera brizna de lo que después sería una planta hermosa y un rayo de luna le dio la bienvenida con alegría. Escuchó a lo lejos un grillo que cantaba y su canto le pareció la melodía de una entrada triunfal y los árboles que rodeaban el perímetro del solar abandonado, se sacudieron como si fuera un aplauso.

Estaba pensando que ojala las demás la hubieran ayudado para romper el hormigón, cuando noto unos metros más allá que otra planta también luchaba por abrirse camino y la saludó.

-¡Hola! ¿Quien eres?

-Hola, soy una zarzamora y he sentido tu historia de cómo tu sola te has enfrentado al hormigón y has vencido. Yo también quiero vivir. La verdad es que tu leyenda se ha extendido y se dirigen hacia aquí ahora mismo miles de semillas para ayudarte a derrocar al cemento.

-Oh! gracias. Juntas podremos, aunque nuestra única arma es la voluntad y la razón.- y salió un grito de rabia de lo más profundo de su alma y dijo:

-¡Vamos! ¡Adelante! No podrán con nosotras. Esta madrugada creceremos y creceremos y  ¡venceremoooos!!!

El grito de un ejército de miles de semillas se unió en ese momento como un maremoto imparable.

Y en el silencio de la noche empezó a escucharse el sonido del hormigón resquebrajándose por todas partes y acto seguido surgían de la tierra brotes de plantas apuntando hacia el cielo en señal de victoria.

El monstruo que ostentaba tanto poder, había sido vencido por unas insignificantes semillas pacíficas que, con tesón, fe, coraje y voluntad estaban consiguiendo que esa losa que aplastaba sus vidas se desmoronara sin remedio como si fuera una materia blanda y sin fuerza.

Nuestra planta creció y creció hasta hacerse un hermoso arbusto con sus raíces bien fundamentadas y un tronco grueso y poderoso surgiendo del cemento roto y vencido.

Pero la planta era diferente a las otras de su especie, pues vivía en ella el espíritu de su pequeña amiga y ¡podía curar enfermedades!. Su misión estaba a punto de cumplirse por fin. La próxima primavera surgirían de sus ramas otras semillas que se esparcirían por el mundo llevando ese mensaje de coraje y sanación.

Los días se hicieron más largos y la temperatura subió, señal inequívoca de que se acercaba la primavera y entonces reunió a sus semillas y les dijo:

-Hoy es el gran día, solo os pido un poco de paciencia y esperaremos hasta que sople un gran viento para que podáis esparciros por el mundo. Buscad los mejores sitios para vivir y crecer. Lleváis dentro de vosotras un tesoro de valor incalculable pues tenéis la cura de las enfermedades. Solo os pido que seáis modestas y no os endioséis por este don pues todos hemos venido hasta este mundo a colaborar y sumar esfuerzos, cada uno con sus dones y habilidades, no para ser adorados. Creced primero al lado de los caminos y en los bosques. Alguien os descubrirá y aunque a veces resulte difícil sobrevivir, recordad como sobrevivimos nosotras.

Y siempre recordad que con fe, voluntad y amor seréis dignas de vivir y ser amadas. Y ahora, volaaad!!!

Acto seguido se levanto un gran viento que empezó a llevar en su regazo a las entusiasmadas semillas.

Una de ellas voló por los campos, cruzó una carretera, pasó al lado de unas antenas muy altas y al final se fue a posar en una finca que cuidaba una mujer que amaba a la Tierra, amaba las plantas, amaba a los animales, amaba a sus semejantes y amaba profundamente a su familia. Y la semilla pensó:

-¡Este es un buen sitio! Creo que aquí alguien me descubrirá.

Después se enterró y esperó el momento de germinar. A la primavera siguiente salió y creció y un buen día alguien reparó en ella y sintió los deditos de una niña que la acariciaban.