sábado, 24 de marzo de 2012

ESTA ES MI ALMA



Este es un video que he hecho a partir de un power point que alguien me mandó. Desde aquí tengo que reconocer en justicia que todo el mérito es para el autor de ese power point que no se quién es. El guión y el argumento son los mismos, solo he cambiado la música.
Este video es como una continuación del anterior en el cual vuelvo a plantear las mismas cuestiones.

Nuestro planeta Tierra


Esta es nuestra más valiosa posesión como humanos, el planeta Tierra.
Y pensar que hay gente que le preocupa más tener mucho poder y dinero aunque esto suponga vivir en una burbuja de plástico. Sí, esos que no les importa arruinar un hábitat con tal de que sus cuentas engorden u ofrezcan a sus inversores beneficios extraordinarios. ¿Donde inviertes tu dinero? ¿Que te aconseja tu banco? ¿Sabes a donde va tu dinero? ¿Sabes si estás invirtiendo sin tú saberlo en estas corporaciones que estan asesinando el planeta, solo porque tu asesor financiero te dice que ganarás mucho dinero?

 Y tú, que sí lo sabes, ¿Que le dejarás a tus hijos? ¿De verdad los amas? ¿Eres consciente de que todos los humanos somos familia? ¿Dejarás que tus descendientes sigan viviendo o los condenarás a una muerte segura o vivir como reclusos porque el aire se habrá vuelto irrespirable? MIra a tus hijos y piensa como le sentará en sus estómagos una ensalada de billetes. Tú, que eres una persona inteligente, que has estudiado y tal vez tengas carreras universitarias, ¿Por qué te has vuelto tan imbécil?

Invirtamos en nuestro futuro cuidando el planeta, de lo contrario no habrá futuro para nadie, incluso para los "Inversores avispados". No seamos cómplices de estos psicópatas fiancieros carentes de empatía hacia sus semejantes. No te estoy pidiendo que renuncies a tu dinero, sino que inviertas en cosas que benefician al planeta.

Sientate y contempla la montaña, los bosques, el mar,  los animales, a las personas, a los niños, el cielo, las nubes, la lluvia o esa flor que crece en una maceta que con tanto mimo la riegas. Disfruta de todo eso porque puede ser la última vez que lo veas.  Ahí fuera hay ciegos estúpidos que no lo ven. Su visión se ha reducido solo a unos cuantos centímetros cuadrados. ¿Quieres ser cómplice?

sábado, 10 de marzo de 2012

RESILIENCIA, LA PALABRA MAGICA


Resiliencia  (Aldo Melillo)

"se  entiende como la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas" (Edith Grotberg, 1998).

El nuevo concepto: en el marco de investigaciones de epidemiología social se observó que no todas las personas sometidas a situaciones de riesgo sufrían enfermedades o padecimientos de algún tipo, sino que, por el contrario, había quienes superaban la situación y hasta surgían fortalecidos de ella. A este fenómeno se lo denomina en la actualidad resiliencia.

El trabajo que dio origen a este nuevo concepto fue el de E. E. Werner (1992), quien estudió la influencia de los factores de riesgo, los que se presentan cuando los procesos del modo de vida, de trabajo, de la vida de consumo cotidiano, de relaciones políticas, culturales y ecológicas, se caracterizan por una profunda inequidad y discriminación social, inequidad de género e inequidad etnocultural que generan formas de remuneración injustas con su consecuencia: la pobreza, una vida plagada de estresores, sobrecargas físicas, exposición a peligros (más que “factores de riesgo” deberíamos considerarlos procesos destructivos [Breilh, 2003] que caracterizan a determinados modos de funcionamiento social o de grupos humanos).

Werner siguió durante más de treinta años, hasta su vida adulta, a más de 500 niños nacidos en medio de la pobreza en la isla de Kauai.
Todos pasaron penurias, pero una tercera parte sufrió además experiencias de estrés y/o fue criado por familias disfuncionales por peleas, divorcio con ausencia del padre, alcoholismo o enfermedades mentales.
Muchos presentaron patologías físicas, psicológicas y sociales, como desde el punto de vista de los factores de riesgo se esperaba. Pero ocurrió que muchos lograron un desarrollo sano y positivo: estos sujetos fueron definidos como resilientes.

Como siempre que hay un cambio científico importante, se formuló una nueva pregunta que funda un nuevo paradigma: ¿por qué no se enferman los que no se enferman?

Primero se pensó en cuestiones genéticas (“niños invulnerables” se los llamó), pero la misma investigadora miró en la dirección adecuada. Se anotó que todos los sujetos que resultaron resilientes tenían, por lo menos, una persona (familiar o no) que los aceptó en forma incondicional, independientemente de su temperamento, su aspecto físico o su inteligencia. Necesitaban contar con alguien y, al mismo tiempo, sentir que sus esfuerzos, su competencia y su autovaloración eran reconocidas y fomentadas, y lo tuvieron. Eso hizo la diferencia.


Werner dice que todos los estudios realizados en el mundo acerca de los niños desgraciados, comprobaron que la influencia más positiva para ellos es una relación cariñosa y estrecha con un adulto significativo. O sea que la aparición o no de esta capacidad en los sujetos depende de la interacción de la persona y su entorno humano.

Pilares de la resiliencia: a partir de esta constatación se trató de buscar los factores que resultan protectores para los seres humanos, más allá de los efectos negativos de la adversidad, tratando de estimularlos una vez que fueran detectados. Así se describieron los siguientes:

Autoestima consistente. Es la base de los demás pilares y es el fruto del cuidado afectivo consecuente del niño o adolescente por un adulto significativo, “suficientemente” bueno y capaz de dar una respuesta sensible.

Introspección. Es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta. Depende de la solidez de la autoestima que se desarrolla a partir del reconocimiento del otro. De allí la posibilidad de cooptación de los jóvenes por grupos de adictos o delincuentes, con el fin de obtener ese reconocimiento.

Independencia. Se definió como el saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento. Depende del principio de realidad que permite juzgar una situación con prescindencia de los deseos del sujeto. Los casos de abusos ponen en juego esta capacidad.

Capacidad de relacionarse. Es decir, la habilidad para establecer lazos e intimidad con otras personas, para balancear la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a otros. Una autoestima baja o exageradamente alta producen aislamiento: si es baja por autoexclusión vergonzante y si es demasiado alta puede generar rechazo por la soberbia que se supone.

Iniciativa. El gusto de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más exigentes.

Humor. Encontrar lo cómico en la propia tragedia. Permite ahorrarse sentimientos negativos aunque sea transitoriamente y soportar situaciones adversas.

Creatividad. La capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden. Fruto de la capacidad de reflexión, se desarrolla a partir del juego en la infancia.

Moralidad. Entendida ésta como la consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a todos los semejantes y la capacidad de comprometerse con valores. Es la base del buen trato hacia los otros.


Capacidad de pensamiento crítico. Es un pilar de segundo grado, fruto de las combinación de todos los otros y que permite analizar críticamente las causas y responsabilidades de la adversidad que se sufre, cuando es la sociedad en su conjunto la adversidad que se enfrenta. Y se propone modos de enfrentarlas y cambiarlas. A
esto se llega a partir de criticar el concepto de adaptación positiva o falta de desajustes que en la literatura anglosajona se piensa como un rasgo de resiliencia del sujeto.

Las fuentes interactivas de la resiliencia: de acuerdo con Edith Grotberg (1997), para hacer frente a las adversidades, superarlas y salir de ellas fortalecido o incluso transformado, los niños toman factores de resiliencia de cuatro fuentes que se visualizan en las expresiones verbales de los sujetos (niños, adolescentes o adultos) con características resilientes:
“Yo tengo” en mi entorno social.
“Yo soy” y “yo estoy”, hablan de las fortalezas intrapsíquicas y condiciones personales.
“Yo puedo”, concierne a las habilidades en las relaciones con los otros

Tengo: Personas alrededor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente.
Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros. Personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder.
Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo.
Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro, o cuando necesito aprender.

Soy: Alguien por quien los otros sienten aprecio y cariño.
Feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto.
Respetuoso de mí mismo y del prójimo.

Estoy: Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.
Seguro de que todo saldrá bien.

Puedo: Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.
Buscar la manera de resolver mis problemas.
Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien.
Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar.
Encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.

¿Cómo se desarrolla la resiliencia?: si decimos que un pilar de la resiliencia es la
autoestima y sabemos que ésta se desarrolla a partir del amor y el reconocimiento del bebé por parte de su madre y su padre, es en ese vínculo que empieza a generarse un espacio constructor de resiliencia en el sujeto.
Por supuesto que pueden ocurrir distintos procesos, más o menos favorables, que van trazando diferentes destinos.

Este primer pilar de la resiliencia está en la base del desarrollo de todos los otros: creatividad, independencia, introspección, iniciativa, capacidad de relacionarse, humor y moralidad.

Ahora describimos una suerte de síntesis superior de todos ellos en la capacidad de pensamiento crítico, que representa algo así como un retorno del sujeto singular a la trama social en que vive, lo lleva a constituir grupos con una identidad determinada, que al comienzo puede ser de oposición para luego transformarse en hegemónica. Este proceso opera a través del sistema conductual de afiliación (afiliación a grupos) de Bowlby.
La resiliencia representa el lado positivo de la salud mental.

Resiliencias relacionales: familiar y grupal:
Froma Walsh (1998) “[...] propone una concepción sistémica de la resiliencia,enmarcada en un contexto ecológico y evolutivo, y presenta el concepto de resiliencia familiar atendiendo a los procesos interactivos que fortalecen con el transcurso del tiempo tanto al individuo como a la familia [...] La resiliencia relacional puede seguir muchos caminos, variando a fin de amoldarse a las diversas formas, recursos y limitaciones de las familias [y los grupos] y a los desafíos psicosociales que se les plantean”.
En este sentido se pueden señalar: reconocer los problemas y limitaciones que hay que enfrentar; comunicar abierta y claramente acerca de ellos; registrar los recursos personales y colectivos existentes y organizar y reorganizar las estrategias y metodologías tantas veces como sea necesario, revisando y evaluando los logros y las pérdidas.
Para esto es necesario que, en las relaciones entre los componentes del grupo familiar, se produzcan las siguientes prácticas: 
actitudes demostrativas de apoyos emocionales (relaciones de confirmación y confianza en la competencia de los protagonistas);
conversaciones en las que se compartan lógicas (por ejemplo, acuerdos sobre premios y castigos) y conversaciones donde se construyan significados compartidos acerca de la vida, o de acontecimientos perjudiciales, con coherencia narrativa y con un sentido dignificador para sus protagonistas.

En síntesis, los elementos básicos de la resiliencia familiar serían: cohesión, que no descarte la flexibilidad; comunicación franca entre los miembros de la familia; reafirmación de un sistema de creencias comunes, y resolución de problemas a partir de las anteriores premisas.

Resiliencia comunitaria:
Se trata de una concepción latinoamericana desarrollada teóricamente por E. Néstor Suárez Ojeda (2001), a partir de observar que cada desastre o calamidad que sufre una comunidad, que produce dolor y pérdida de vidas y recursos, muchas veces genera un efecto movilizador de las capacidades solidarias que permiten reparar los daños y seguir adelante. Eso permitió establecer los pilares de la resiliencia comunitaria:
autoestima colectiva, que involucra la satisfacción por la pertenencia a la propia comunidad;
identidad cultural, constituida por el proceso interactivo que a lo largo del desarrollo implica la incorporación de costumbres, valores, giros idiomáticos, danzas, canciones, etcétera, proporcionando la sensación de pertenencia;
humor social, consistente en la capacidad de encontrar la comedia en la propia tragedia para poder superarla;
honestidad estatal, como contrapartida de la corrupción que desgasta los vínculos sociales;
solidaridad, fruto de un lazo social sólido que resume los otros pilares.

Resiliencia y educación:
La cuestión de la educación se vuelve central en cuanto a la posibilidad de fomentar la resiliencia de los niños y los adolescentes, para que puedan enfrentar su crecimiento e inserción social del modo más favorable (Melillo, Rubbo y Morato, 2004).
Lamentablemente, en las escuelas (como ocurre también en salud) habitualmente se pone el mayor empeño en detectar los problemas, déficit, falencias, en fin, patología, en lugar de buscar y desarrollar virtudes y fortalezas. Por eso y para empezar, una actitud constructora de resiliencia en la escuela implica buscar todo indicio previo de resiliencia, rastreando las ocasiones en las que tanto docentes como alumnos sortearon, superaron, sobrellevaron o vencieron la adversidad que enfrentaban y con qué medios lo hicieron.
El Informe Delors de la UNESCO de 1996 especificó como elementos imprescindibles de una política educativa de calidad, la necesidad de que ésta abarque cuatro aspectos: aprender a conocer, 
aprender a hacer, 
aprender a convivir con los demás y 
aprender a ser.  
Los dos primeros aspectos son los que se enfatizan
tradicionalmente y se trata de medir para justificar resultados. Los dos últimos son los que hacen a la integración social y a la construcción de ciudadanía.
Para el desarrollo de los últimos (y también de los primeros) sirven los programas
que promueven la resiliencia en las escuelas. La construcción de la resiliencia en la escuela implica trabajar para introducir los siguientes seis factores constructores de resiliencia.

1. Brindar afecto y apoyo proporcionando respaldo y aliento incondicionales, como
base y sostén del éxito académico. Siempre debe haber un “adulto significativo” en la
escuela dispuesto a “dar la mano” que necesitan los alumnos para su desarrollo
educativo y su contención afectiva.
2. Establecer y transmitir expectativas elevadas y realistas para que actúen como
motivadores eficaces, adoptando la filosofía de que “todos los alumnos pueden tener
éxito”.
3. Brindar oportunidades de participación significativa en la resolución de problemas,
fijación de metas, planificación, toma de decisiones (esto vale para los docentes, los
alumnos y, eventualmente, para los padres). Que el aprendizaje se vuelva más “práctico", el currículo sea más "pertinente" y "atento al mundo real" y las decisiones se tomen entre todos los integrantes de la comunidad educativa. Deben poder aparecer las
“fortalezas” o destrezas de cada uno.
4. Enriquecer los vínculos pro-sociales con un sentido de comunidad educativa. Buscar una conexión familia-escuela positiva.
5. Es necesario brindar capacitación al personal sobre estrategias y políticas de aula que trasciendan la idea de la disciplina como un fin en sí mismo. Hay que dar participación al personal, los alumnos y, en lo posible, a los padres, en la fijación de dichas políticas. Así se lograrán fijar normas y límites claros y consensuados.

6. Enseñar "habilidades para la vida":
cooperación, resolución de conflictos, destrezas comunicativas, habilidad para
resolver problemas y tomar decisiones, etcétera. Esto sólo ocurre cuando el proceso
de aprendizaje está fundado en la actividad conjunta y cooperativa de los estudiantes y
   los docentes.